La fascinante tradición del Boudoir se remonta a los opulentos fiestas en los salones de la corte francesa del siglo XVIII, en la época de María Antonieta. En aquellos días, las damas de la alta sociedad disponían de un tiempo íntimo frente al tocador (BOUDOIR en francés), y también se cuenta que se reunían las mujeres, en una sala aparte, para hablar de sus cosas, cuando los hombres estaban en otra sala, imaginando las conversaciones entre ellas. Asi se preparaban para las fastuosas fiestas de la realeza.
Este rincón exclusivo era testigo de momentos mágicos donde las mujeres, ya sea solas o acompañadas de amigas íntimas, elegían meticulosamente su lencería, vestimenta y se entregaban a rituales de belleza. La atmósfera vibraba con la anticipación de eventos sociales y el deseo de conquistar a sus amados. Cada dama se sumergía en la creación de su imagen, aplicando maquillaje, perfume y desplegando todo su encanto para brillar más que nadie.
Hoy en día, la fotografía Boudoir encuentra su inspiración en este ambiente de preparación y anticipación. Se trata de capturar la esencia íntima y auténtica de una mujer mientras se sumerge en la expresión de su sensualidad y feminidad. La conexión con aquellos momentos de la corte francesa resuena en la búsqueda de la autenticidad y la belleza individual, en un espacio privado donde la mujer se descubre a sí misma, se empodera y se prepara para deslumbrar en su propia «fiesta» personal.
Así, la fotografía Boudoir se convierte en un homenaje visual a esos momentos íntimos de la historia, donde las mujeres se preparaban no solo para las festividades públicas, sino también para conquistar el corazón de sus amados con su auténtica belleza y encanto.